ANDRÉS ORELLANA
La gota china, una antigua técnica de tortura, es sorprendentemente similar a ciertos patrones observados en el liderazgo empresarial. Esta técnica, que comienza siendo un goteo aparentemente inofensivo y termina en un tormento insoportable, ofrece una metáfora perfecta para describir una situación vivida recientemente en una empresa.
Aquí, un líder experimenta una transición desde el orgullo de enseñar hasta el agobio de asumir responsabilidades ajenas.
Inicialmente, este líder se siente revitalizado al asumir las tareas de su equipo. Como la primera gota de agua en la frente, es refrescante y estimulante; siente que enseña y mejora el trabajo. Sin embargo, con el tiempo, esta responsabilidad adicional comienza a transformarse.
Lo que una vez fue estimulante, ahora es una carga que adormece su percepción y merma su energía.
Gradualmente, el liderazgo se torna en un ejercicio de resistencia y tolerancia al dolor. Al igual que en la tortura de la gota china, lo que comenzó como un desafío manejable, se convierte en una molestia persistente.
Este líder, al asumir constantemente las tareas de su equipo, deja de sentir el dolor agudo de la sobrecarga, pero esto no significa que el daño no esté presente. Es un adormecimiento que oculta un problema subyacente, una señal de alerta de que algo necesita cambiar.
Finalmente, la situación llega a un punto crítico, similar al momento en que la gota china se vuelve insoportable. El líder reconoce que no puede continuar asumiendo las responsabilidades de otros y necesita replantear su enfoque.
Este momento de claridad es crucial para la evolución del liderazgo efectivo. Reconocer el límite y ajustar el enfoque es esencial para prevenir un colapso y fomentar un ambiente de trabajo saludable y productivo.
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